Louis Lambert: At 107,280 kilometers per hour

En este preciso instante estamos subidos a un planeta, a un multicolor bólido, ocho mil doscientos millones de seres humanos volando, alrededor del sol, a una velocidad media de ciento siete mil doscientos ochenta mil kilómetros por hora. Este insólito y desconocido hecho, para la gran parte de esos muchos millones de personas, ha captado la atención y motiva la reflexión de Louis Lambert en esta singular exposición. Analiza esta sorprendente y colosal acción llegando a la conclusión de que todo pierde sentido, o lo gana; se relativiza todo, al estar vivo sobre una esfera que principios físicos y químicos mantienen a flote sobre un escenario oscuro, desconocido, incógnito e infinito.
Estamos vivos sobre esta superficie y tenemos que disfrutar la vida como algo extraordinario, como algo igual de asombroso que incontables fundamentos como la velocidad, el empuje, la fuerza, la presión, la gravedad, que hacen que podamos disfrutar de aspectos complejos y sencillos de nuestra cotidiana o insólita existencia. En este trascendental y extraordinario contexto Louis Lambert captura la esencia de su entorno, instantes casi decisivos, reflejando la relación de las personas con la riqueza ambiental de la tierra, la interacción del ser humano con su mundo cuando resulta conveniente, y el impacto de la globalización, revisitando y rescatando lo más cotidiano, que es donde radica la esencia de la felicidad, el disfrute de la vida. Su enfoque artístico se caracteriza por una mirada auténtica, libre de las ataduras de normas académicas y de la educación convencional. A través de la espontaneidad y sin temor a las normas establecidas, este atemporal artista se aleja de las exigencias del mercado y de las modas contemporáneas. Su práctica pictórica se desarrolla en su estudio, donde crea para sí mismo, de manera introspectiva, en contraste con sus intervenciones murales, que requieren una conexión con el público y una respuesta a las demandas de cada encargo. Entre las influencias que alimentan su trabajo se encuentran el automatismo, el arte naíf, el neo-primitivismo, el art brut y el fauvismo. Estas corrientes se reflejan en su audaz paleta cromática, que se caracteriza por colores puros e intensos que evocan la luz y el espacio; un uso arbitrario del color que revela su estado emocional; la simplificación de formas; una composición equilibrada y expresiva; diseños originales; y una ruptura con la perspectiva clásica. Además, Lambert experimenta con técnicas y materiales que van desde el acrílico y el óleo, hasta ceras, spray (pintura sintética), cemento y siliconas polícromas, creando texturas marcadas que definen su estilo único. Con una aproximación casi infantil a sus modos de expresión, inocente, este prestidigitador-creador plástico juega con la pintura sin adherirse a normas vigentes, encorsetadas y preestablecidas, integrando elementos de lo arcaico, lo popular y una ingenuidad sincera en cada creación. Su obra es una expresión intuitiva y primitiva que no deja indiferente al espectador, capturando su atención ya sea por el vibrante uso del color o por las temáticas exploradas. En relación a esta búsqueda de inocencia artística, podemos recordar las palabras de Ernest H. Gombrich, reconocido autor en la Historia del Arte, quien señala que “nada más moderno hay que volver a los orígenes y conseguir esa inocencia de los primitivos, esa ‘regresión deliberada’”. Este anhelo de recuperar lo esencial y auténtico en el arte es precisamente lo que define esta propuesta de Louis Lambert. Todos viajamos en esta misma “nave espacial”, llamada Tierra, a una supersónica rapidez; todos vamos al mismo lugar, al mismo sitio, al mismo destino vital. Todo es más sencillo de lo que aparenta. Así, Louis Lambert se apropia de una cita del inigualable Charles Bukowski en lo que se refiere a su professional lifestyle y a su modo de entender este único e irrepetible viaje: “Un intelectual es el que dice una cosa simple de un modo complicado. Un artista es el que dice una cosa complicada de un modo simple”.