Afterparty: Francesc Rosselló solo exhibition

11 Octubre - 29 Diciembre 2023
  • Resumen

    La obra de Francesc Rosselló está fuertemente condicionada por el hecho de que es daltónico. Contradictoriamente, esto ha dado lugar a una obsesión por el color en el artista; sus composiciones vibran con vitalidad. Influenciado por el lenguaje de la ilustración, junto con los cómics y el manga, sus obras cuentan historias fantásticas en fragmentos, insinuando al espectador un antes y un después que podrían haber llevado a cada escena narrada.

    Como señala Óscar Manrique en el texto que ha escrito para la exposición: “Después de una fiesta, sabemos muy bien que no todos los caminos conducen a casa. Quizás llegar a ese destino sea precisamente lo menos emocionante de todo lo que pueda sucedernos. Por ello, prolongamos el regreso, vagamos por lo que pueda ocurrir, haciendo que el viaje sea tan largo y estimulante como nuestra imaginación y los resquicios de los eventos vividos en la noche pasada nos permitan. De esta manera, agotados y quizás un poco ebrios, pero con la curiosidad intacta, nos encontramos muchas veces en busca de un destino inesperado.”

    Trabajando principalmente con acrílico sobre lienzo, los paisajes representados a menudo son los protagonistas de las obras. Francesc mezcla de manera única los entornos y las figuras para sugerir momentos pasajeros en el tiempo moldeados por los lugares en los que ocurrieron. Su obra también revela una intensa fascinación por la historia de la pintura. De manera similar, su tema a menudo aborda preocupaciones humanas atemporales, como la idea mitológica del hombre en la naturaleza, insinuando la noción ilustrada de lo sublime pero situando la acción en un contexto moderno.

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    AFTERPARTY
    FRANCESC ROSSELLÓ
    Texto de Óscar Manrique

    Después de una fiesta, sabemos muy bien que no todos los caminos conducen a casa. Quizás llegar a ese destino sea precisamente lo menos emocionante de todo lo que pueda sucedernos. Por ello, prolongamos el regreso, vagamos por lo que pueda ocurrir, haciendo que el viaje sea tan largo y estimulante como nuestra imaginación y los resquicios de los eventos vividos en la noche pasada nos permitan. De esta manera, agotados y quizás un poco ebrios, pero con la curiosidad intacta, nos encontramos muchas veces en busca de un destino inesperado.

    Rosselló pinta estos regresos al hogar, estas escenas surrealistas, como si fueran míticas, un viaje de autoconocimiento, referencial y exótico, que se origina a partir de una fragmentación de la realidad, no de la realidad en sí misma. Busca acercarse a lo inmediato, maximizando la expresividad, pues más que reflejar su entorno, intenta transmitir el mundo percibido en una sabia mezcla entre lo soñado, lo imaginado y lo real. El lado extraordinario de las cosas que lo rodean, aquel que siempre reconoce y que se manifiesta en los restos de una fiesta, en la reunión social por excelencia, el grito joven; una mirada sin concesiones que domina el espacio.

    En su obra, hay elementos que se repiten, como si cada cosa vista, leída, escuchada, pensada o deseada quedara impregnada con una obstinada fuerza, la de aquellos capaces de conmoverse por lo esencial y que están dispuestos a extraer lo fundamental de cada detalle cotidiano; convirtiendo el después de una fiesta en un emocionante y nuevo acontecimiento. Por eso, no le preocupan tanto las formas de pintar como lo que debe pintar, una metáfora que construye en cada uno de sus lienzos, que articula y nombra como los grandes pasajes de la Odisea; una mujer descalza, Ulises regresando a casa. "Esta noche ha sido surrealista", pero los viajes surrealistas son buscados, mientras que este camino parece haber sido encontrado, como si sus escenas no hubieran sido dispuestas en un espacio determinado, sino descubiertas en un momento específico, "pilladas".

    La atmósfera surrealista, el uso peculiar del tiempo y el espacio, el humo sarcástico, las referencias a la generación Z, todo inquieta en sus lienzos. Lo desconcertante de estos viajes-sueños pintados y proyectados por Rosselló radica en que no tienen retorno, los personajes siempre son sorprendidos en pleno viaje o faena, visitan numerosos lugares, reales o imaginarios, deseados o abandonados, pero nunca se presencia su fin ni el inicio, lo visitado o esperado no es memorable ni fabuloso y por eso siempre irrumpe en el viaje, el proyecto, el deseo o la realidad del trayecto. Un viaje poético con un toque chabacano. Al igual que su paleta, saturada, llena de asonancias majestuosas y arriesgados contrastes —quizá fruto de su daltonismo— que dan frescura a la escena narrada. Así como la riqueza de este color, el espacio pictórico plano y la simplificación expresan emociones edificantes, Rosselló también se vale de la línea con fines expresivos. Hay partes en las que se ve más gruesa para luego volverse más fina, difusa e intermitente, con lo que da lugar a formas orgánicas y divide los colores. Es la pincelada naif y a la vez habilidosa de un joven con una estética que ya es reconocible, que ya ha generado un complejo y único universo visual que transita entre la calle y el mito. Toda la obra de Rosselló puede ser trasladada a esta suerte de "lógica borrosa" (fuzzy logic), teoría que defiende una visión filosófica que elude compartimentar el universo en dos partes, evitando confrontaciones y que, además, mantiene una realidad sinuosa, donde los límites entre esta y ficción son borrosos, una mixtura de la historia verídica y la fantasía ebria, disociada, pero en nuestra cabeza ocurrida.

    Por eso en muchas de sus obras se autorretrata, como protagonista de la tragedia, intentando probar si ese pudiera ser el lugar soñado. Estos son los lugares que quiere reconocer como propios, con una leve atmósfera antigua, pero no arqueológica: un lugar melancólico, tal vez, pues ninguno de ellos es el final del trayecto, sino el escenario donde quisiera perderse. Las otras figuras de las escenas, casi siempre mujeres, tienen sus propias historias, su propia memoria, distintas muchas veces de las suyas, con las que se cruza en su camino de vuelta, en un mismo lugar, sin nada que decirse, como un recuerdo soñado, construido líricamente. Y así busca también los vínculos entre los objetos y las escenas, casi de manera épica. Una historia que al despertar la mañana siguiente pueda narrar vehementemente, "no os lo vais a creer", la función de cualquier viaje: volver y ser contado.

    AFTERPARTY es un retorno que vivimos como un sueño y luego un sueño dentro de otro sueño, ¿no son las escenas típicas de Rosselló siempre una especie de ensoñación perpetua y obstinada? Imágenes más próximas al abismo simbolista que a la lógica propuesta por la estética surrealista que destilan las propias escenas, una mirada heredera de pintores como Paul Devaux, que siempre estuvo entre ambos mundos. Y es que Rosselló posee la naturaleza de una imagen ligada a cierta mirada que es todo menos retiniana: la mirada de los visionarios, de aquellos capaces de convertir lo ordinario en extraordinario, la vuelta a casa en un viaje de aventuras.

    Un verso libre de la nueva figuración que está invadiendo el Mediterráneo español.